Él pasa por allí todos los días,
de ida y vuelta viendo de reojo. Sabe que será inevitable. Un día será para él
inevitablemente. Lo sabe y su corazón se agita minutos antes por el inminente
encuentro diario. Cuando va acompañado,
habla más duro para no escuchar, cuando va solo apura el paso y canta, como
quien evita el canto de una sirena, pero en su interior la idea le atrae, le
seduce la posibilidad y en evitarla está el juego. Ese día no cantó, ni apuró
el pasó, solo detuvo la respiración, se acercó y alzó la bocina cuando escuchó
el repique tan evitado del teléfono de la esquina de la plaza y no se equivocó,
era para él, era ella, y allí quedó, tendido, pálido y en paz.
Jamila 27 / 04 / 2016