¡Domingo! ¿Tenía que ser siempre en domingo? Dejó fluir un
fuerte suspiro, de esos que te sumen en la más profunda resignación y arrastró
pesadamente cada uno de sus pasos. Mientras avanzaba conocía con detalles el desenlace que habría de acontecer y aunque albergaba dentro de sí una convicción de
derrota lacerante también atesoraba una falaz esperanza.
Un par de minutos después se encontró con toda su humanidad tras la
puerta de la habitación, sabía, como de hecho ocurrió, que al abrir la puerta
su octogenaria mirada se encontraría con la de la misma mujer, cuarentona,
robusta y mal encarada, invariablemente vestida de blanco, quien al verle
dejaría salir de su boca ese áspero y chocante sonido que portaba por voz.
Todo fue de la misma forma y su sentencia, como siempre,
constó de 3 palabras, sólo 3 palabras: “hora del baño”.
Jamila
09/02/2018